Prayer for Breaking Curses

Padre Celestial Misericordioso, eres omnipotente y reinas sobre toda la tierra. No hay maldad ni maldición en este mundo que pueda obstaculizar o derrotar tu gran poder. El mal puede tratar de probarme de la manera más tentadora, pero Tú, oh Padre, nunca me dejes de lado, especialmente en tiempos de desesperación. Las maldiciones generacionales son comportamientos que adoptamos debido al entorno en el que nos criamos. Las adicciones y los abusos pueden influir en nuestro comportamiento, pero en última instancia, todos tenemos la opción de deshacernos de esas cadenas y abrazar la libertad en Cristo. “Los pecados de los padres son castigados en los hijos al convertirse en el propio pecado de los hijos”, explica John Piper, “el odio a Dios es la encarnación de lo que era el problema del padre”. Las consecuencias de los pecados repetidos son definitivamente generacionales. Dios proclamó a Moisés en los versículos anteriores que no dejaría impune al culpable. ¿Por qué querría Él que Sus hijos continuaran con hábitos deplorables que no les traerían verdadera felicidad o satisfacción? Dios amó tanto al mundo que envió a su único Hijo para salvarnos.

Incluso hoy en día, en muchas culturas, los médicos brujos o chamanes maldicen a las personas a través de poderes demoníacos. En algunas culturas, por ejemplo, se practica el “vudú”. Esto incluye prácticas tales como clavar alfileres en una muñeca hecha con la imagen de una persona, generalmente con parte del cabello de esa persona, recortes de uñas, etc. incorporados a la muñeca. Se proyectan palabras de odio mientras la muñeca es apuñalada una y otra vez. También se utilizan prácticas más espantosas. Sin embargo, con todos los rituales de brujería malvada, es el odio y la maldad proyectada por estas personas que está dirigida a la persona objetivo que causa el daño. Las maldiciones pronunciadas sobre esa muñeca no se cumplen por la muñeca o los alfileres. No hay poder en esos objetos inanimados. Suceden debido al poder demoníaco que opera a través de la persona que pronuncia las maldiciones.

En muchas culturas, además de las sociedades occidentales, las personas no tienen problemas para comprender estas maldiciones y bendiciones, porque la presencia de seres demoníacos es muy real para ellos. De hecho, en muchos lugares dejan ofrendas para apaciguar a los malos espíritus, con el fin de alejarlos para que los dejen en paz.

Si pensamos que alguien está hablando una maldición sobre nosotros, no debemos enviar una maldición sobre el que nos la envió. No debemos devolver mal por mal, sino vencer el mal con el bien (Romanos 12:21). Pídele a Dios que los perdone, porque muchas veces no saben lo que hacen. Si intercedes por tales personas, estás obedeciendo la Palabra, lo que permite que el Espíritu Santo cancele la maldición automáticamente si estamos hablando bien y orando por aquellos que buscan hacernos daño. También debemos citar las escrituras que nos prometen protección como el Salmo 91.

Recuerda que el diablo es el caído y tenemos poder sobre él, así que no debemos temerle. A medida que usamos nuestra autoridad sobre él con fe, él no puede hacernos daño. Tenemos poder sobre todas las maldiciones a través de nuestro Señor, Jesucristo. Cuando aseguramos a las personas que todos los que aceptan a Jesucristo como Salvador y Señor reciben la vida eterna, que Dios ya ha aprobado la seguridad es un motivador poderoso.

Un firme decreto celestial está siendo proclamado aquí en la tierra. Se nos otorga autoridad para romper toda maldición que nos mantiene atados como coherederos y miembros del cuerpo de Cristo. Al hacerlo, somos liberados del pecado y podemos seguir a Jesús en espíritu y en verdad. El Señor promete a Sus seguidores que “Mía es la venganza, y la pagaré”. Cualesquiera que sean los dispositivos nefastos y los planes astutos que se diseñen contra el pueblo de Dios, un día serán juzgados por nuestro Señor celestial, y cualquier conspiración contra nosotros fracasará por completo... sus planes fracasarán y las armas de su guerra no prosperarán.